Lo bueno de este cuento es que es válido para niños y adultos, pone a cada uno en su papel y en el del otro, sin tratar de demonizar a esas madres malvadas que gritan a sus hijos, porque si somos sinceros con nosotros mismos creo que no existe ni un padre ni una madre que en un momento dado no haya perdido los nervios con sus hijos. Nos hace conscientes de la importancia de pedir perdón tras esos momentos, porque son niños, sí, pero tienen su corazoncito.
Y lo mejor de todo, es que ¡es un cuento muy divertido!

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